Fernando el Católico: "Este rey era home de mediana estatura, bien proporcionado en sus miembros, en las facciones de su rostro bien compuesto, los ojos rientes, los cabellos prietos e llanos, e hombre bien complisionado. Tenía la fabal igual, ni presurosa ni mucho espaciosa. Era de buen entendimiento e muy templado en su comer e beber, y en los movimientos de su persona; porque ni la ira ni el placer facía en él alteración [...] E había una gracia singular, que qualquier que con él fablase, luego le amaba e le deseaba servir, porque tenía la comunicación amigable. Era ansimesmo remitido a consejo, en especial de la Reyna su mujer, porque conocía su gran suficiencia..."
Isabel la Católica: "Esta Reyna era de mediana estatura, bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros, muy blanca e rubia; los ojos entre verdes e azules, el mirar gracioso e honesto, las facciones del rostro bien puestas, la cara muy fermosa e alegre. Era mesurada en la continencia e movimientos de su persona; no bebía vino; era muy buena muger [...] Guardaba tanto la continencia del rostro, que aun en los tiempos de sus partos encubría su sentimiento, e forzábase a no mostrar ni decir la pena que en aquella hora sienten e muestran las mugeres."
Extractos de "Los Claros Varones", de Fernando del Pulgar. La negrita es nuestra. Nos ha llamado la atención estas dos peculiaridades. En el Rey, el señorío natural aragonés, don concedido por Dios, para hacerse servir de sus subordinados. En la Reina, la recia prestancia castellana, capaz de aguantar como las antiguas iberas de las que nos hablan los cronistas grecolatinos, los dolores del parto.
Ellos fueron nuestros Reyes. Ellos siguen siendo nuestros Reyes. Aprendamos de ellos que fueron escuelas de virtud en sus personas. La maravilla de sus regias personas explica que fuéramos dueños del mundo entero. Con Reyes así se explica que la Monarquía sea el mejor de los regímenes.
Alabado sea Fernando el Católico y exaltada a los Altares Isabel la Católica.
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